
Diez años en los cuales el acontecimiento, inmanejable, incalculable, marcado con la sangre de 36 personas, abría una posibilidad, una salida.
A diez años, la represión estatal en democracia no ha sido debidamente investigada. La impunidad de los efectivos policiales, la de quienes dieron las órdenes, la del cobarde que se fugó en helicóptero, la de los laderos, la de los bancos, nos sobrevuela, nos intoxica como aquellos gases con los que intentaron “limpiar” una plaza, frenar las hordas, acallar un reclamo que ya no se encuadraba en clases ni partidos.
En ese momento, hay que recordar los contextos, estaban vigentes las leyes de impunidad, y los represores andaban por ahí, entre todos nosotrxs. La complicidad civil, aún invisibilizada, los poderes mediáticos…

Los que azuzaron la cultura del “sálvese quien pueda”, haciendo de las instituciones republicanas un teatro malo pero dócil a sus intereses,andaban y se llevaban la guita pero aplastaban los sueños de generaciones asomadas fugazmente a una esperanza en la democracia, mataban de inanición y de tristeza a lxs jubiladxs, explotaron como en los mejores años infames de la depresión de los 30 a quienes no tenían estrategias de supervivencia.

Pero no todo estaba perdido.
Y otro acontecimiento, inesperado, incalculable, asomaría poco después, en la figura de un hombre que no dudó en desobedecer ese cuento del destino de la derrota y de la inexorabilidad del imperio del interés y la fuerza.

Cuando miramos en perspectiva al 2001, otra vez el recuerdo vivo de Néstor y la realidad que vivimos, esa que nos moviliza a esa misma Plaza a festejar, nos dice : basta de impunidad, exijamos justicia para los crímenes de ese diciembre, exijamos que lxs cómplices del saqueo perpetrados por los ladrones de los bancos sentados en las bancas también rindan cuentas.
Mientras tanto, nuestro nuevo liderazgo democrático y popular avanza, a pesar de todas las trabas y golpes, en una dirección nueva e inédita, como aquella tomada cuando se derogaron las leyes de obediencia debida y punto final, o cuando se pateó el Alca y el FMI a la mierda.


A diez años, gracias Néstor Kirchner.
A diez años, celebremos estar protagonizando un presente de alegría y de movilización no para sobrevivir sino para vivir un destino que podemos elegir y por el cual estamos seguros, estarán felices las generaciones futuras.
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