Cuesta hablar de democracia en un país donde te saquean y te roban, te reprimen y te matan y es como si no pasara nada. Hacen ostentación de la manipulación de fiscales y jueces, y "se la bancan" mandando a uniformados a violar derechos humanos. En la Jujuy de Morales rompen, roban y se quedan hasta con la sede de la Tupac mientras Milagro Sala sigue presa desde hace 888 días.
La censura y el apagón mediático, ni siquiera el Mundial de fútbol pueden ocultar el desastre del dólar, los manejos con los que la especulación gana y lxs trabajadorxs y jubiladxs mueren, se enferman y se mueren, como el niño de 5 años electrodependiente ayer, en Lomas de Zamora. No se puede en un contexto en el que la inmediatez de las redes sociales te acerca en un instante la imagen pavorosa de lxs niñxs migrantes enjaulados por Trump en Estados Unidos o la vergonzosa muestra de abuso de un típico machirulo patriarcal burlándose de una chica rusa y expulsado inmediatamente por la viralización del video, ignorar las resistencias populares entonando "MMLYQTP" (la yuta que te parió)...
Ni un acto por el día de la bandera en Rosario ya resiste el presidente que no puede hablar de corrido tres frases y teme protestas, protegido por vallas y seguridad a cada paso. Sus aduladores y difamadores profesionales a sueldo tienen menos rating que los pocos programas críticos que se difunden por Youtube o sitios de internet.
A las puertas del primer paro general tan demorado a pesar de las constantes protestas desde las bases de todos los colectivos afectados - vetusta conducción de la central que será reemplazada por quienes han estado en las calles desde los primeros impactos de esta politica antitrabajadorxs- la representación política misma está en cuestión, porque quienes votaron a Cambiemos han sido en gran parte víctimas directas del modelo de ajuste y achicamiento del Estado, de la dolarización, los tarifazos y la recesión que hace quebrar comercios, y claramente, en este esquema, sólo ganan los Caputo y los Lewis, no otrxs. Ganan los tenedores de deuda y los fondos de inversión manejando el precio de la divisa que después sube hasta las nubes la carne y los remedios que no podés comprar con tus ingresos congelados y tus gastos fijos imposibles de afrontar.
Aún la estigmatización del proyecto kirchnerista persiste nublando la razón y activando bloqueos de la memoria de cómo vivimos hasta diciembre de 2015, desendeudados y con los salarios más altos y reajustándose en paritarias que hoy son un reclamo constante - no alcanzando nunca la velocidad de la inflación- y con AUH, satélites en órbita y científicxs que hoy vuelven a irse. El ataque sistemático a la educación pública va a los cimientos mismos de un stándard que Argentina ha tenido siempre en alto en relación a los países del mundo donde solamente pagando algunxs acceden a la educación superior con el nivel de la UBA u otras universidades nacionales.
La consolidación del pueblo femisnita, como lo denominara Graciela Di Marco siguiendo a E. Laclau, que en los últimos meses interpela no solamente la negación de la ciudadanía plena de las mujeres y de cuerpos gestantes que supone la penalización del aborto sino mucho más, el carácter arcaico y opresivo de la injerencia de la Iglesia Católica en las políticas estatales que niegan el acceso a la salud y sacrifican a las más desprotegidas asociando sexualidad a maternidad, representa también un desplazamiento del tradicional juego de la política. Transversal, trascendiendo pertenencias partidarias, poniendo palabras en las sesiones informativas a esos prejuicios y a las razones para reclamar en nombre de la vida el acceso al aborto legal, un movimiento que encuentra generaciones, modos de aparecer en la calle, luchas truncas y renovadas, visibiliza el anudamiento del patriarcado con el sostenimiento de la exclusión de mayorías que permite opresión económica y violencias.
La marea verde en el Congreso y que contagia a América disputa también en la identidad católica la mediación patriarcal de la interpretación de la fe. Las argumentaciones que intentan subsumir la demanda por la libertad de los cuerpos y los proyectos de vida posibles en nombre de otras prioridades, o quitando legitimidad a la lucha como si se hiciera el juego a nefastas politicas de población, dan la pauta de hasta dónde el privilegio patriarcal también es transversal y multicolor, no asumido y violento en su reacción.
Faltan en cualquier momento esos autos de fe que algunos viralizan en las redes sociales, expresando deseos de asesinar(nos) a las "asesinas".
Están nerviosxs. Porque la lucha excede el aborto para poner en evidencia la relación entre un mecanismo apenas visible que une a la corporación religiosa con una democracia restringida que mantiene un condicionante que pesa sobre las gestantes como no pesa en los varones.
La apelación a la naturaleza, ah, ¡ese viejo truco que revela el poder de los intereses que se defienden!
Los caminos de las resistencias son variados. Incesantes. Los pañuelos verdes también se oponen al FMI. Se oponen al raquitismo y condicionamiento de dogmas particulares al Estado laico que sólo honrando esta distancia con la Iglesia puede garantizar el respeto a los derechos humanos. Tanto a la salud como a comer, a trabajar y a no ser reprimidxs cuadno ejercés el derecho a la protesta.
Los pañuelos verdes marchan por la libertad de Milagro y las presas políticas, han marchado y siguen marchando por Santiago, Rafael Nahuel y por Facundo. Seguiremos mezcladas con lxs jubiladxs y lxs desocupadxs, paramos mañana. No compramos que un gobierno cínico haya simpatizado con esta causa cuando avasalla derechos y cuando en un gesto digno de su falta de escrúpulos y respeto a la voluntad popular expresada en la votación en Diputados, intenta dilatar en el Senado la resolución de la legalización.
Es mucho más lo que se está moviendo, mucho más. No aparece desgajado de la lucha por la vida digna que se niega con la entrega del país y la timba financiera. Contesta el control de una minoría que no asume aún sus privilegios. Una disputa cultural, discursiva, de presencias y visibilidades, de prácticas nuevas, acelera los cambios y corre barreras. El "se va a caer" como afirmación de una lucha contrahegemónica, tal vez parezca una utopía, que ya marca nuevas reglas, nuevos pactos, como - dice muy bien mi compañera Eli Smitarello- una utopía de horizonte concreto.