¿Así que no hay que hablar más? ¿Quién dice que no podemos hablar más de los 70?
Cuando hay tanto/as nietos y nietas que aún no se han encontrado con su historia ¿cómo decir que hay que seguir callando, negando, mirando para otro lado?
¿Qué hubiera sucedido si las madres que buscaban a esos miles de desaparecidos/as se callaban, se quedaban en su casa?
En un artículo del 24 de junio de 1978, la revista "Para Tí" declaraba:
"Muchos jueves, desde hace ya dos años, un grupo de mujeres se reúne frente a la Casa de Gobierno en la Plaza de Mayo. Son parientes de los subversivos detenidos o desaparecidos. Ellas van a buscar información al Ministerio del Interior. Algunas llevan fotos, banderas. Este grupo de mujeres ha crecido 'misteriosamente' en este mes. Justo ahora, cuando el país está lleno de periodistas extranjeros que, en buena proporción vinieron dispuestos a ver 'los horrores que se vivían en la Argentina'. Claro que a esta altura de su estadía en el país, muchos piensan distinto. No vieron los cadáveres en las calles, ni los asesinatos en masa, ni las persecuciones a los judíos, ni nada. Al contrario. Vieron un pueblo tranquilo, alegre, hospitalario, y pasearon por las calles libremente, sin custodios ni vigilancia.(...) El último jueves, estos periodistas extranjeros se dieron cita en la Plaza de Mayo. Ellos ya bautizaron a estas mujeres: 'Las Locas...'. Quizá en su país de origen no puedan fotografiar o filmar una manifestación sin que les rompan sus sofisticados equipos. Sin embargo, acá en la Argentina, en el país donde -según ellos- no se respetan los derechos humanos, ellos pueden hacer libremente su nota y, es más, también pueden libremente distorsionar la información que mandan a sus diarios, revistas o canales de televisión.
Por eso, a nosotras, mujeres argentinas, nos duelen estas cosas.(...) Nosotras no podemos negar la existencia de estas mujeres en la Plaza de Mayo, ni es nuestra intención hacerlo, pero también creemos que nuestro país no son solamente 'Las Locas'..."
Esta nota mereció una respuesta que jamás fue publicada, a pesar de la libertad de expresión a la que alude la autora anónima de la misma.
Vale la pena detenernos en algunos puntos para reflexionar sobre continuidades inquietantes. El texto del artículo así como la réplica que redactara una Madre que se autodenominó "Una Madre Loca de Plaza de Mayo", está extractado en el libro "La Rebelión de las Madres" de Ulises Gorini.
La sospecha se tendió sobre las mujeres que habían irrumpido así en la escena. ¡Inaudito! Amas de casa que desafiando el estado de sitio y el terror, se animaron a torsionar la expectativa del estereotipo, saliendo a la calle y alzando la voz. Me refiero al estereotipo utilizado en el discurso con el que se pretendía descalificarlas (que escuchaba cuando era niña y demasiado tiempo después también, lo recuerdo muy bien) con preguntas como: "¿ahora se preocupan por sus hijos?, "cómo los habrán educado para que salieran subversivos?". Claro, si se los habían llevado, era "porque andaban en algo". El imaginario de mujer de aquellos tiempos, todavía muy tradicional, tenía que ver con ocuparse de la casa y de los hijos en la tarea de crianza y de trabajo doméstico, convertirse en émula de Dona Petrona... ¡Ésas son las otras mujeres dolidas! Dolidas no por las desapariciones, sino por la denuncia, por el estupor de la conducta de las madres de la plaza.
La nota de "Para Tí" menciona que los periodistas extranjeros no veían cadáveres en las calles: por supuesto, porque los detenidos ilegales eran llevados a centros clandestinos de detención, porque eran detenciones irregulares, sin ninguna clase de derecho o garantía para la víctima, que, torturada, vejada, humillada, violada, quebrada, no tenía la categoría de ser humano. Era un/a "chupado/a". Y la sociedad lectora de "Para Tí", de "Clarín", de las revistas "Somos", por decir sólo algunas, ignoraba estos infiernos -a menos que hubiera presenciado algún operativo o que hubiera perdido a alguna persona allegada- y celebraba el triunfo en el mundial de fútbol. Así que la visión de estas tercas locas de la plaza o la denuncia en el exterior sólo podía alterar el panorama, y debían ser "enviadas", "pagas" por la subversión, para dañar la imagen del país.
Luego del informe de la CONADEP, ya no podía decirse que era una fábula. Se basaba en miles de denuncias. La palabra doliente delineaba lo ocurrido en las sesiones de tortura y en las maternidades clandestinas. La palabra ahora reconstruía, parcialmente -¡el lenguaje no alcanza!- un plan sistemático, planificado desde el poder estatal en manos de los militares.
Todavía durante los años posteriores a los Juicios a la Junta, hubo quienes continuaron sospechando de la búsqueda y de las consignas de "Juicio y Castigo" o el pedido de "Aparición con Vida". Adoptaron distinas versiones de la teoría de los dos demonios para no asumir el grado de complicidad con tanto horror aunque más no fuera por haberse dejado ganar por el miedo, o el no querer saber.
No querer saber y no hablar... Formas de complicidad y reproducción del crimen, voluntarias o involuntarias. La impunidad del culpable se apoya en el silencio, en la actitud de avestruces de la que habla Rubén Blades en su incomparable tema "Desapariciones".
Hasta que se termine de pensar -¿quiénes ponen el plazo, y cómo?- cómo fue posible que se vivieran esos años de oscuridad habrá que seguir invirtiendo saliva, tinta, bytes, y lo lamento por los/as intelectuales colocados tan por encima de todo que no pueden poner cimiento alguno para ninguna construcción superadora, como la de un vínculo crítico con el pasado.
Y como siempre, no se habla desde el mismo lugar. Hablar a veces conlleva costos terribles. Y como callar o ignorar tiene efectos devastadores.
Desobedeciendo entonces, continuaré hablando del terrorismo de Estado, de lo que todavía intento comprender del contexto que lo favoreció. Contra el silencio que se cierne sobre la desaparición de Julio López o el homicidio de Silvia Suppo, o el silencio acerca de la trata de personas. Voy a hablar sobre las muertes de mujeres por abortos clandestinos, las muertas y golpeadas por la violencia familiar. Contra el silencio complaciente de la jerarquía de la iglesia en los 70 y el de hoy ante los abusos sexuales de Grassi probados por la justicia, gracias a que las víctimas dieran su testimonio.
No puedo callar por el respeto profundo a esa abuela que espera pacientemente que el nieto 102 quiera conocerla, después de todo el tiempo y el dolor de la búsqueda, para los cuales las palabras son necesarias por más que queden siempre cortas.