Al respeto lo aprendemos y las prácticas cotidianas van creando un paisaje, algo como un marco que traza una línea invisible que deja afuera conductas, dichos, violencias.
El pasado 25 de noviembre fue un día de concientización, que en realidad, necesitamos replicar todos los días, en todas partes.
Hablar de feminicidio es forzar el discurso para señalar esa acción que busca negarnos como seres libres y disciplinarnos en ese lugar en el cual una cultura machista nos instala a través de tradiciones, discursos y costumbres que por lo general, no analizamos críticamente y nos juega en contra en todas las actividades en las que nos relacionamos.
Si nos corremos del lugar sumiso que ha cristalizado en siglos de historia, se nos hace pagar un precio de sangre.

El padre de Casandre Bouvier - la turista francesa quien, al igual que su compañera Houria Moumni, fue violada y asesinada este año en Salta- lo expresa con toda claridad: “lo que funda el feminicidio es la reducción a la nada, la aniquilación. Las negaron como mujeres”.
Las noticias de los diarios nos salen al encuentro así, como una bofetada, al día siguiente de esta jornada de movilización.Parecen ensañarse con esta lucha pacífica que pretende cambiar las figuras de los códigos penales, que apunta a la apertura de más y mejores defensorías y centros de asistencia para quienes padecen la violencia, que insiste con las palabras que nombren lo que las crónicas policiales de muchos medios taladran en términos de “crimen pasional” u “homicidio”.Decir FEMINICIDIO es señalar el odio de género, la intención de suprimir a la otra que se considera propiedad y que por eso mismo no cuenta para quien la agrede, ni con la libertad ni con la dignidad.Que lo adopten periodistxs y editorxs, que lo adopten docentes y capacitadorxs, psicólogxs, asistentes sociales, funcionarixs,y, especialmente jueces y juezas que deben refrescar la memoria y adecuar sus fallos a la legislación sancionada en nuestro país en sintonía con los tratados internacionales suscriptos.
Un ejemplo en este cambio de paradigma son las Juezas de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Carmen Argibay y Elena Highton : la Oficina de Violencia Doméstica atiende los 365 días del año para facilitar el acceso a la justicia a las personas que sufren esta problemática.
Que lo incorporen con toda la fuerza quienes tienen la posibilidad de establecer los presupuestos para los programas de educación y de concientización de igualdad de género, para asistencia. Son esenciales para ayudar a las personas que salen del círculo de violencia a rehacerse. Que los recursos sean adecuados a la necesidad que tenemos en cada municipio y provincia, y que la Nación busque la forma de articular la tarea como la que el Consejo Nacional de las Mujeres realiza, llegando a todo el país.
Se impone la articulación transversal de los programas de ministerios y sortear las resistencias en los distritos reacios.
Se trata de una política de Estado.
Cada día, a cada minuto, en cada palabra y en cada gesto, juguémonos y exijamos respeto. Hagamos costumbre el vivir sin violencias.
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