Perspectiva Feminista

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jueves, 11 de julio de 2013

Mujeres en la construcción de la segunda independencia

La Patria... es un sentimiento.

Amor, dignidad, orgullo. Y como crecí cuando la idea de Patria era un receptáculo de palabras vacías, grandilocuentes, violentas, porque enmascararon el exterminio y la dependencia, no puedo menos que sentirme hoy orgullosa, sin dudarlo, orgullosa de participar de la tarea de hacer esta nuestra Patria Grande, desandando los olvidos impuestos.
Y estoy orgullosa de nuestras mujeres. Orgullosa de que Evita figure en el billete más hermoso y orgullosa de que Juana Azurduy recupere el espesor de su figura que incide, sin dudarlo, sobre el valor de nuestra participación para el logro de la segunda independencia.

También estoy orgullosa de contar con mujeres como Araceli Bellota en la gestión pública. Hace poco fue designada al frente del Museo Histórico Nacional. Y tiene un decidido propósito : incorporar en el relato que construyen los objetos, la historia silenciada, traer las figuras ausentes, mostrar, en lo que hace a los pueblos y a las mujeres, que si construimos la patria en el pasado, sin dudas podemos incidir - e incidimos- en la construcción presente.

El pasado 9 de julio inauguró, con la significativa presencia de la comunidad boliviana, la sala Tesoros de la Independencia: el retrato del artífice de la independencia de la Liga de los Pueblos Libres, José Gervasio Artigas, un año antes de la declaración de Tucumán, junto a la tarja que obsequiaron las damas de Potosí al Gral. Belgrano, nos cuentan otra historia. El corte de cintas protocolar junto a Norma Andía es un símbolo extraordinario.

Comparto el artículo que escribió Bellota en su calidad de Vicepresidenta a cargo de la Presidencia del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”el pasado 8 de julio, titulado "No se puede comparar a Colón con Juana Azurduy"

En medio del debate desatado por el traslado a Mar del Plata del Monumento a Cristóbal Colón ubicado detrás de la Casa de Gobierno y su reemplazo por otro en homenaje a Juana Azurduy, es útil acudir a la historia para encontrar datos que ayuden a pensar y que aporten algo de luz sobre esta decisión.
Es sabido que los monumentos son símbolos que se erigen para resaltar el valor y la contribución que hombres y mujeres del pasado realizaron a una determinada comunidad, en este caso, la República Argentina. Entonces, para comenzar por dónde se debe, cabe preguntar quienes fueron Colón y Azurduy y que aportaron a esta nación.
Cristóbal Colón fue un navegante y catógrafo italiano, nacido en Génova en 1436 y que tras su arribo a la isla de Guanahani, en las Antillas, en 1492 fue virrey y gobernador general de las Indias al servicio de la Corona de Castilla. Es conocido también que Colón llegó a estas tierras por pura equivocación porque su proyecto era alcanzar el Lejano Oriente o las Indias viajando desde Europa por el océano Atlántico hacia el oeste, fundándose en el error de creer que las costas orientales de Asia estaban más cerca de las costas occidentales de Europa. En verdad, no tuvo en cuenta algunas certezas que los estudiosos de su tiempo ya conocían, como por ejemplo, la noción de la longitud del eje de la Tierra. Igual que ellos Colón afirmaba que la tierra era redonda, pero los cálculos que hizo para su expedición parecían suponer que la Tierra tenía la forma de un pepino.
Si América no se le hubiera cruzado en el camino, la expedición de Colón habría fracasado. Era imposible llegar al Asia por el rumbo que había elegido. Pero él nunca quiso reconocer su error, jamás admitió que había encontrado un nuevo mundo para la mirada europea y hasta el mismo momento de su muerte, seguía insistiendo que había llegado a las Indias. Dicen que Leonardo Da Vinci, contemporáneo de Colón, solía decir de él: “Qué poco sabía y cuánto ha hecho”.
Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780, en Chuquisaca, en el Alto Perú, entonces parte del virreinato del Río de la Plata y actual territorio de Bolivia, hija de una mestiza y un español. Durante su infancia se curtió en las tareas del campo de su padre donde tomó contacto con los pobladores originarios de su tierra que eran peones y labriegos, y con ellos aprendió a hablar el quichua y el aymara. Pero de ellos también recibió la esperanza de una sublevación contra quienes los explotaban hacía más de tres siglos. Porque Juana nació en el mismo año en que José Gabriel Condoncarqui, Tupac Amaru II, se había sublevado en Tinta, junto con su esposa Micaela Bastidas.
En 1767, Condoncarqui había sido proclamado jefe de los pueblos de Surimana, Pampamarca y Tungasuca y desde este lugar intentó que las autoridades coloniales disminuyeran el rigor con que trataban a los miembros de su comunidad, sin obtener ningún resultado. Fue así que trece años más tarde, cansado de que no respetaran su autoridad, se sublevó en su pueblo natal y apresó al corregidor provincial, Antonio de Arriaga, a quien obligó a firmar una orden de pago por 22 mil pesos en metálico, varias barras de oro y animales de carga. Además, exigió que entregara todo el armamento y luego ordenó su ejecución pública en la horca. La sublevación se extendió hacia el sur y llegó hasta las comunidades del actual territorio argentino en las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán. Pero la revuelta fue sofocada, Tupac Amaru II fue ejecutado en la plaza pública después de obligarlo a contemplar la muerte de toda su familia. Sin embargo, las comunidades originarias continuaron el levantamiento bastante tiempo después de su asesinato.
En 1805 Juana se casó con Manuel Ascencio Padilla quien se plegó al movimiento revolucionario que se produjo en la ciudad de La Paz en julio de 1809, que fue reprimido y sus partidarios perseguidos con ensañamiento. Para entonces el matrimonio había concebido 4 hijos que Juana cuidaba con esmero. Padilla debió huir y esconderse. Juana quiso ir con él pero los niños eran muy pequeños.
Sin embargo, muy pronto tomó la decisión de acompañarlo junto con sus hijos porque la persecución de los españoles no respetaba infancia alguna y estaban en peligro. Juana debió buscar refugio en montañas y pantanos, Sus dos hijos varones no pudieron soportar el rigor del clima y de los insectos y murieron de paludismo. Poco después los siguieron las otras dos niñas. Juana que ya había combatido, y había sido reconocida por el general Manuel Belgrano por su valentía con el grado de Teniente Coronela, no le quedó ninguna duda: dedicaría su vida a luchar por la independencia. Así fue que se convirtió en una de las caudillas de la Guerra de Republiquetas, como se llamó a la resistencia en el actual territorio boliviano. De los 102 jefes que combatieron entonces, sólo 9 sobrevivieron a la guerra, entre ellos Juana, porque Padilla también perdió su vida en un combate en 1816, a la vista de su mujer.
Tras la muerte de su marido, Juana se trasladó a Salta para ponerse al servicio del general Martín Miguel de Güemes con quien combatió hasta la muerte del salteño en 1821.
¿Cuál fue la relación de Juana con su gente? Según relatan testigos de la época, los indios y las cholas la amaban, la llamaban la “Pachamama”, la “madre de la tierra”, se sentían comprendidos y contenidos porque Juana hablaba su propio idioma, los respetaba porque eran sus hermanos y ellos creían ver en ella la continuidad de aquella lucha de Tupac Amaru y Micaela Bastidas. Por esa razón llegó a reclutar 10 mil hombres y mujeres que se pusieron a sus órdenes.
¿Cuál fue la relación de Colón con la gente que encontró en las Antillas? Él mismo describe a los pobladores en su comunicación a los reyes de España y también expresa sus objetivos: “Son gente de amor y sin codicia y convenibles para toda cosa, que certifico a Vuestras Altezas que en el mundo no hay mejor gente ni mejor tierra. Ellos aman a sus prójimos como a sí mismos y tienen un habla, la más dulce del mundo, mansa y siempre con risa, y todo quieren ver y preguntan qué es y para qué. (…) Hice tomar siete de ellos para llevarlos y que aprendan nuestra habla y luego volverlos, salvo que vuestras Altezas quieran llevarlos todos a Castilla o tenerlos cautivos en la misma isla, porque con 50 hombres los tendrían a todos sojuzgados y los harán hacer todo lo que quisieran”.
Así sucedió. Durante más de tres siglos permanecieron en el continente hasta que una a una las poblaciones ya mezcladas en varias generaciones con españoles, fueron levantándose para reclamar lo que les pertenecía. Y esa fue la lucha que encarnó Juana Azurduy.
¿Cómo fue el final de cada uno? Colón, realizó otros tres viajes a América con los que llegó a Puerto Rico y Jamaica en el segundo; a las costas de Venezuela en el tercero y a la actual Honduras en el último en 1502. Murió cuatro años después en Valladolid y sus restos descansan hoy en la catedral de Sevilla.
Juana permaneció durante cuatro años en Salta porque por falta de recursos no podía volver a su tierra. Recién un año después de finalizada la guerra por la Independencia volvió a Chuquisaca donde fue visitada por el general Simón Bolívar quien se impresionó por la pobreza en la que vivía. Le concedió una pensión que apenas le alcanzaba para comer y que le fue retirada años después por conflictos políticos de la flamante república de Bolivia. Murió pobre, el 25 de mayo de 1862, a los 82 años y fue enterrada en una fosa común. Sus restos fueron exhumados un siglo más tarde y hoy descansan en un mausoleo en la ciudad de Sucre. EL 14 de julio de 2009, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner la ascendió post mortem al grado de Generala del Ejército Argentino.
Los monumentos son símbolos que adoptan los pueblos para homenajear a sus antepasados. A la luz de los datos de la historia habrá que pensar a cuál de los dos le corresponde custodiar la espalda de la Casa de Gobierno.





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