Mientras una jueza argentina se encuentra en España investigando crímenes perpetrados por el franquismo, los cuales continúan impunes hasta ahora gracias a los pactos de silencio de los gobiernos que se han sucedido desde 1975, hoy conmemoramos otro aniversario de uno de los tantos bombardeos que civiles inocentes han padecido en la historia pero que ha resultado, por el impacto de ayer y la potencia simbólica de un lienzo hasta hoy, en un símbolo perturbador de la anestesia complaciente de satélites y pantallas de televisión 24 permanentemente encendidas.
El 26 de abril de 1937, los aliados nazis de los generales alzados contra la República Española bombardearon Guernica, una población de 7.000 habitantes en el país vasco. ¿Por qué la saña? ¿Simplemente, para amedrentar a los civiles desprovistos de defensa antiaérea, provocar una rendición de los vascos nacionalistas y demostrar el poder destructor alemán?
Hay más. La antigua Villa de Guernica era un símbolo de los acuerdos que desde los años 1300 habían tomado la Junta de esos pequeños valles de Vizcaya con el Reino de Castilla. Cada vez que un rey era elegido, tenía que ir a Guernica para jurar solemnemente debajo de un roble milenario respetar las libertades de los habitantes de esas tierras: por eso, no podían ser llevados a las guerras, su casa ancestral no podía ser embargada, y cuando pusieran un pie fuera de sus valles tenían que ser considerados legalmente como hombres libres y nobles. Luego, en el siglo XIX se producen las guerras entre los liberales y los carlistas -que defendían la legislación antigua- y con el triunfo de los liberales, miles de vascos se fueron a América evitando el reclutamiento forzado en el ejército español. Los que quedaron no olvidaron el agravio y el sometimiento, resistiendo la obligación de olvidar su idioma ancestral, padeciendo la pérdida de sus tierras comunales. Se intentó arrasar su identidad milenaria. Los vascos fundaron un partido para poder intervenir en la política española y defender sus intereses.
Los nacionalistas vascos combatían al lado de la República, y su ciudad "santa", como la recuerda un sobreviviente, Luis Iriondo. Desde que el 18 de Julio de 1936 se alzara el General Franco acompañado por el Partido Falangista, rama fascista española, los monárquicos, los carlistas y la Iglesia aliados a Adolf Hitler, a los fascistas italianos liderados por Benito Mussolini, y a otros partidos de corte nacional socialista que había por toda Europa, la suerte de estaba echada.
Con el fin de amedrentar a los vascos que se adhirieron al gobierno republicano constitucionalmente elegido, la aviación alemana comienza a pasearse por los cielos de Vizcaya haciendo reconocimiento del terreno. Al mando de Wolfram von Richtofen, el 26 de abril de 1937, a partir de las 16,30 hs. los bombarderos descargaron una ingente cantidad de bombas medianas de 250 kg, livianas de 50 kg y más de tres mil proyectiles incendiarios de aluminio de 1 kg sobre el casco urbano de la ciudad. Los cazas Heinkel He 51, entretanto, disparaban en vuelo rasante. La destrucción fue tan grande que provocó un intenso humo; los últimos bombarderos, al no poder ver los objetivos, descargaron las bombas a ciegas. A las siete y media de la tarde terminó el ataque. El incendio duró hasta el día siguiente. No había bomberos.
Se dice que murieron más de mil personas, porque los campesinos venían al pueblo por ser día de feria a traer sus productos y además, porque había un partido de pelota. El pueblo no tenía ninguna importancia estratégica. Los alemanes desplegaron su ensayo de los bombardeos con los que asolarían otras ciudades ya en la Segunda Guerra y demostraron su poder de fuego. En los juicios de Núremberg, el entonces mariscal de la Luftwaffe, Hermann Göering, declaró: "La guerra civil española dio una oportunidad de poner a prueba a mi joven fuerza aérea, así como para que mis hombres adquirieran experiencia."
El puente que en un principio se había dicho era el objetivo militar, quedó intacto, así como la Casa de Juntas, y el Árbol de Guernica, que quisieron talar pero defendieron un grupo de soldados marroquíes.
El primer testimonio internacional del bombardeo se debió al corresponsal de guerra extranjero George Steer, del diario británico The Times, quien pudo ver las bombas arrojadas y constatar su fabricación alemana, desmintiendo la versión que quiso darse en un principio: que el ataque había sido responsabilidad de los republicanos. También fueron bombardeados los poblados de Munguía, Durango y Galdácano.
El sacerdote vasco y arqueólogo Don José Miguel de Barandiaran, escribió:
“ Día 26.- Continúan las labores de organización. Pobres niños y pobres mujeres que ignoran el paradero de sus padres, de sus hermanos, o que recuerdan tristemente la trágica muerte de los suyos! Gentes que rememoran con lágrimas en los ojos los horrores que han presenciado: lluvia torrencial de bombas que, a su vista, han sembrado las calles, las carreteras, los senderos, los campos de miembros destrozados de niños, de mujeres, de campesinos que labraban sus tierras; que han derruido casas, iglesias, caseríos, y después los han incendiado. Cajones llenos de granadas de mano eran vaciados desde los aviones alemanes o franquistas, sobre el pueblo de Guernica, que en cuatro horas de bombardeo aéreo quedó reducido a escombros, donde las piedras, las tejas, los residuos de vigas humeantes mezclados con miembros de cuerpos humanos destrozados (2.000 personas) formaban un cuadro que superó a cuantos forjó la imaginación de Dante. Noche trágicamente lúgubre aquella que siguió al bombardeo de Guernica, en que la luz siniestra de los escombros que ardían, corrían alocadas las madres en busca de sus niños; lloraban errantes los niños, llamando inútilmente a sus madres que yacían en los rimeros llameantes”.
La República encargó a Pablo Picasso en 1937 una obra que mostrara el horror de la Guerra Civil y ganara simpatías para su causa. Picasso supo de lo ocurrido en Guernica a través de los diarios franceses. La pintura fue realizada entre mayo y junio de 1937 en París y se fue exhibió en la Exposición Universal. El pintor malagueño ordenó que el cuadro no regresara a España hasta que se instauraran las libertades. El Guernica estuvo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York hasta 1981 cuando fue cedida a España, una vez extinguida la dictadura de Franco. Fue alojada en el Museo del Prado y en el Reina Sofía.
La villa de Guernica demanda desde la llegada de la democracia que el lienzo se traslade hasta allí, pero los gobiernos españoles aducen que “es muy frágil”. El lema Guernica, Gernikara (El Guernica, a Gernika) está presente en la mayoría de espacios públicos de la villa y resume el sentir popular. Guernica es hoy una población que apenas sobrepasa los 15 mil habitantes,donde se conversa principalmente en euskera, la lengua vasca prohibida durante la dictadura de Franco que duró cuarenta años.
El cuadro ha sido perturbador y ha tenido una incidencia profunda en alegatos contra la guerra varias veces. Fue emblema en manifestaciones contra la intervención de EEUU en Vietnam.
El 5 de febrero de 2003, el general Colin Powell, por entonces Secretario de Estado estadounidense se presentó ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para denunciar que el gobierno de Irak no había cumplido los requerimientos de seguridad impuestos por la organización. Por protocolo, después de la comparecencia, los ponentes debían conceder una rueda de prensa ante las cámaras en una sala decorada con un tapiz del Guernica. Casualmente, unos días antes, el tapiz fue ocultado tras una cortina azul. Fuentes oficiales señalaron que el cambio era sólo por motivos de fotogenia, pues el color azul quedaba mucho mejor en televisión.
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