El documental “Lesa Humanidad” nació de un trabajo colectivo.
Los vejámenes a las mujeres durante la dictadura cívico militar - esa violencia de género que quedó invisibilizada en la Justicia bajo la figura de “tormentos agravados” merced al silencio y la censura que provocó la insistencia en la teoría de los dos demonios, entre otras cosas-, fueron abordados con coraje en el marco del programa “Violencias de género en contextos represivos” de la Secretaría de DDHH de Córdoba, a cargo de Dinora Gebenini.
Desde hace un año y medio el Programa ha convocando mujeres militantes de esos años que realizaron talleres de reflexión sobre militancia y género, militancia y maternidad y violencia sexual. Este documental, dirigido por Luis Ponce, es producto de una parte de esta experiencia que sigue en curso. Una primera etapa en la investigación produjo este material impactante y necesario que se está difundiendo - en Buenos Aires fue presentado el 1/9 en el Espacio para la Memoria sobre el Terrorismo de Estado, (ex ESMA)- para visibilizar y hacer oír este reclamo de justicia. Por eso incluye una declaración pública solicitando que los vejámenes sexuales sean considerados delitos de lesa humanidad porque la legislación argentina los tipifica como de instancia privada.
Dinora Gebenini es además una gran docente en la Escuela Sociopolítica de Género que compartimos con varias compañeras, mujeres diversas que somos compañeras de estudio y de militancias múltiples en la búsqueda de erradicar las violencias de género y el logro de los actos de justicia posibles. Por esto el sábado pasado compartimos el documental que nos conmovió y nos compromete a difundirlo y hacer oír lo que desde hace demasiado tiempo ha sido inaudible.
Necesitamos organizarnos y apoyarnos desde los grupos de mujeres, el Estado, una nueva educación, las organizaciones sociales, y también desde los mensajes de los medios, que proponemos cambiar sustancialmente si pretendemos terminar con las construcciones de la inferioridad de la mujer que la vuelven blanco de todo tipo de violencias.
"Lesa Humanidad" presenta los testimonios de cuatro de las alrededor de 40 mujeres que están participando del Programa y que ahora, en el contexto presente, puede tener otra escucha y efectos en nuestra sociedad.
El Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), querellante en la causa que juzga los crímenes ocurridos en la ex ESMA,reclamó en su alegato que las violaciones sean consideradas crímenes de lesa humanidad. Y en Tucumán también -delitos ocurridos en el penal de Villa Urquiza- así como en Córdoba, el año pasado, aunque solo se formalizó una denuncia.
Las mujeres denunciaron violaciones y agresiones sexuales ante la Conadep y María Sondereguer -Directora Nacional en Formación en DDHH- realizó una investigación sobre aquellas declaraciones de las mujeres. En aquel momento sus testimonios no fueron tomadas en cuenta. Sondereguer afirmó en una entrevista publicada en Página 12 en enero de este año que "en los testimonios que hemos recabado en la investigación, por fuera de los tribunales, y en muchos casos en conversaciones muy privadas y en un clima de confianza personal, casi todas las mujeres que estuvieron detenidas en los campos clandestinos de detención reconocen haber sufrido alguna forma de violencia sexual: desnudez forzada, manoseos de carácter sexual, penetración con objetos, picana en los pechos y genitales, violaciones sexuales".
El mecanismo judicial no estaba preparado y en la sociedad, hubo resistencia a considerar este crimen:la violencia estaba y aún está naturalizada. Muchas víctimas no han querido hablar con su familia para no aumentar el daño. Para Dinora, Coordinadora del Programa y militante también, no hubo receptividad."A medida que van cambiando las condiciones y que el estado forma parte de una política activa de defensa de los derechos humanos sin duda genera más seguridad y se van abriendo otros problemas como éste que salió a la luz." sostuvo en una entrevista publicada en Prensared.
En cuanto al hecho de que en los centros clandestinos los hombres también fueron agredidos, Dinora señala un objetivo distinto : "En las mujeres está naturalizada la violencia sexual y se la considera como algo “normal”. Hay un menoscabo físico, corporal y psicológico que daña, pero la mujer sigue sintiéndose mujer. En el caso de los hombres, es de otra naturaleza porque la agresión busca despojarlo de su identidad masculina. Son dos contenidos diferentes. Incluso, algunas mujeres plantean que fueron violadas -en muchos casos frente a sus maridos o compañeros- como un mensaje o un acto dirigido a los varones."
Hoy vivimos otro contexto. El 12 de abril del año pasado, el Tribunal Oral Federal de Santa Fe consideró que el ejercicio de la violencia sexual hacia las víctimas del terrorismo de Estado, cometido en el marco de la represión ilegal llevada adelante durante la dictadura en los centros clandestinos de detención, debe ser considerado como un delito de lesa humanidad.
Es necesario seguir pujando para visibilizar estas atrocidades que desbordan las figuras jurídicas que hasta el momento obligaron a la denuncia de las víctimas. Y no pueden considerarse por más tiempo como "tormentos agravados".
Nuestro presente de violencias y de impunidades, de violencias sexistas, de violencias simbólicas, nos hace cargo a todas y a todos de conectar con ese pasado que no cicatriza - nunca lo haría- mientras no podamos hacer las tareas de justicia a nuestro alcance, cimentando solidaridades que no permitan que este horror vuelva a suceder. Sucede, de alguna manera, una y otra vez, en la indiferencia y el ocultamiento de los crímenes perpetrados contra esas mujeres que salieron de sus roles y fueron por esa osadía, tan cruelmente castigadas. Y sucede en la banalización de la violencia de hoy contra otras víctimas, que pueblan las noticias policiales,en una otra continuación de aquéllas. Que las trampas de los formalismos no persistan silenciando, permitiendo,borrando, disculpando, absolviendo...
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