Perspectiva Feminista

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domingo, 3 de abril de 2011

Hacernos cargo de Malvinas

Durante mucho tiempo, y demasiadas veces a lo largo de la historia, se obligó, se invitó o se logró que demasiadas personas callaran, miraran para otro lado o se olvidaran. Shockeada aún la sociedad por el terrorismo de estado, la guerra de Malvinas significó una torsión más de la perversidad golpista, más allá del legítimo reclamo por la soberanía argentina sobre las islas Malvinas.
Acorralados por las protestas sociales que comenzaban a retornar con fuerza - y por las internas entre los sectores militares-, quienes se habían consagrado al trabajo sucio de aniquilar compatriotas se lanzaron a la recuperación de Malvinas provocando la lógica respuesta de Gran Bretaña y desatando una guerra convencional que los desbordaba en todo sentido.
De picanear civiles a vérselas con los ejércitos imperiales hay una distancia tremenda.
Las alianzas para aplicar el Plan Cóndor y los deberes realizados de acuerdo al entrenamiento del Comando Sur en contrainsurgencia no se aplicaban ahora...salvo para castigar a la propia tropa.
A pesar de mis 14 años, durante los meses del conflicto sabía por las cartas de parientes que vivían en el sur, que los alimentos no llegaban a las islas y se echaban a perder en el continente; que los altisonantes "estamos ganando" del noticiero 60 Minutos no eran creíbles; que Alexander Haig, presunto "mediador" jamás podía desempeñar ese rol si no era imparcial. Y sobre todo, que la llegada de Juan Pablo II era la extremaunción que sellaba la voz del país desgarrado, sufriente por la inminente derrota y la rendición en Malvinas, pero además - y esto no lo sabía entonces- sufriente ante la indiferencia por las violaciones a los derechos humanos de la jerarquía católica.

Edgardo Esteban,héroe de Malvinas, escribe en su artículo de opinión en Página/12: "durante la guerra los soldados argentinos no sólo tuvimos que combatir al enemigo, sino el hambre, el frío y la inaudita incompetencia y crueldad de nuestros propios jefes militares. Lo que vino después, el regreso, la posguerra, estuvo determinado por la indiferencia de una sociedad traumada por su irreflexivo apoyo a la dictadura y el silencio y el olvido impuestos por los militares. Volver fue el comienzo de un doloroso camino para una gran cantidad de soldados sacudidos por el horror vivido y por el porvenir, que ya no sería el mismo."

Se usaba el concepto de "paz" para dejar la infección adentro - porque sin el esclarecimiento de responsabilidades, obligando al silencio y al olvido a los soldados que retornaban, sin cuestionar las inexplicables conductas de la oficialidad por lo ocurrido en el teatro de operaciones- el mal que seguiría dañando el tejido social.
No podía cantar esa marcha que seguían poniendo en los actos del colegio "tras su manto de neblinas/ no las hemos de olvidar", como si nada hubiese pasado. Seis años más tarde escucharía el relato de un docente en la universidad que sobrevivió al masacrado Regimiento 7 de La Plata, hablando de las estaqueadas en castigo a los colimbas por robar para comer. Pero entonces, actos y discursos grandilocuentes y vacíos de contenido que autoridades irresponsables o cómplices seguían repitiendo eran otra bofetada para los muertos, para las familias de los ex combatientes, pero también para nuestra inocencia de adolescentes que no podía entender cómo en tres meses, se cerraba semejante capítulo histórico de manera tan abrupta. Dejando tanto por explicar.
En democracia ya, los crímenes de la dictadura y los juicios a los ex comandantes fueron revelados para todos quienes aún no sabían, o intuían pero sin imaginar la dimensión del genocidio.

Lo ocurrido en Malvinas era parte de una historia de calamidades que -quizás- desde la conquista española, fueron perpetrándose contra los pueblos originarios primero,los rebeldes pobres después, contra el gauchaje y las mujeres de las montoneras;contra l@s militantes populares y cristian@s de esos del reino de Dios en la tierra. Combatientes... Much@s iban al frente por una bandera que representaba sus ideales y un proyecto de vida en libertad. Pero demasiadas veces, los pocos que los condujeron a morir se aseguraban para sí la riqueza, la gloria, la versión histórica a medida traicionando los ideales de quienes ponían la sangre.No se termina Malvinas hasta que no asumamos el comportamiento social hacia quienes retornaron y fueron rechazados e ignorados. Hasta que no contabilicemos también a quienes se quitaron la vida después del 14 de junio.
La paz no se logra sin verdad y sin justicia. La guerra es un negocio que desangra a las mayorías y que enriquece a quienes las explotan. En boca de los que mandan a morir, escuchamos "patria" y "soberanía", pero en ese caso, ¡significan otra cosa!
Si hay algo como la patria, me pregunté durante demasiado tiempo y lo siento ahora, a partir de las experiencias colectivas que tenemos, somos nosotr@s: manos que trabajan y se unen; mentes que crean, que recuerdan y recogen las historias, que comparten sus experiencias con l@s más jóvenes.
Sabemos que no podemos eludir nuestras equivocaciones, nuestras inercias. Por eso siento que Malvinas y lo que nos sucedió como sociedad está todavía como una herida abierta. Que hay mucho por ser contado, recordado, pensado. Que es necesario desempolvar el informe Rattenbach y renovar o abrir la escucha de los relatos de los soldados, y proyectar en una clase o en una charla debate la película "La Deuda Interna"...La decisión de honrar con el nombre de un combatiente caído a un aula en cada escuela del país hace la patria en ese sentido: porque permite el espacio necesario para esa construcción de la memoria y de una conciencia colectiva que asuma lo que hay de traumático y heroico en nuestras gestas.

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